Por Jimena Quintero
A lo largo de mi trayectoria, tanto en Colombia como en otros países, he comprobado que el mayor obstáculo de muchas empresas no es la relación con los medios de comunicación, sino el miedo que sienten frente a ellos. Ese temor se traduce en silencio, en evasivas, en un bajo perfil que, lejos de proteger, termina debilitando la reputación. Creer que lo más seguro es “no exponerse” es un error estratégico. En el escenario de la comunicación, el riesgo no es hablar: el riesgo es no estar listos para hacerlo.
Mi experiencia dentro y fuera de las redacciones me ha enseñado que los medios no son una amenaza. Son, por el contrario, aliados naturales en la construcción de visibilidad, credibilidad y confianza. Desde adentro, la lógica es clara: los periodistas valoran la coherencia, la transparencia y la capacidad de generar conversación con sentido. Una entrevista o encuentro “off the record” no es una trampa, es una oportunidad de conectar con la opinión pública. La diferencia entre aprovecharla o perderla está en la preparación.
He acompañado organizaciones y líderes en momentos de alta tensión y crisis. Lo he visto en mercados diversos, donde las reglas de juego cambian según la cultura, pero el principio es el mismo: la reputación se sostiene en la capacidad de responder con claridad, asumir con responsabilidad y, sobre todo, construir mensajes que trasciendan la coyuntura. El silencio abre la puerta a la especulación, mientras que la voz preparada y valiente abre la puerta a la confianza.
Por eso insisto, la comunicación no puede ser solo reactiva. El verdadero liderazgo se expresa en la proactividad: en acercarse a los medios antes de que ellos toquen la puerta, en ofrecer contenido de valor, en ser fuente confiable y constante. Se trata de estar, pero de saber estar. Porque no hay nada más perjudicial para la reputación que aparecer solo en tiempos de crisis.
El liderazgo en comunicación exige creatividad y estrategia. No se trata de cumplir un protocolo, sino de construir relaciones de beneficio mutuo. Los medios necesitan voces autorizadas, y las empresas necesitan espacios para contar sus historias. Cuando ambos lo entienden, surge la colaboración que multiplica el valor para todos.
Hoy, más que nunca, la visibilidad no es una opción. Vivimos en un ecosistema de información inmediato, global y exigente. La pregunta no es si debemos estar en la conversación, sino cómo y con qué propósito. El reto está en perder el miedo, en entender que la comunicación es un ejercicio de confianza y de preparación constante. Porque la reputación no se improvisa, se construye día a día, palabra a palabra, encuentro a encuentro.